jueves, 7 de marzo de 2013

Reseña: La laguna de los villanos - Bolivia, Arequipa y Lizardo Montero en la Guerra del Pacífico (1881-1883)

Armando Joyuén Lau
UNMSM
armandojoyuen25@yahoo.com


Parodi, Daniel. “La laguna de los villanos: Bolivia, Arequipa y Lizardo Montero en la Guerra del Pacífico (1881-1883)”. Lima: Fondo Editorial PUCP / IFEA, 2001, 151 pp.

Tanto la memoria como el conocimiento histórico se construyen no solo a partir de lo que se sabe, sino también en buena medida de lo que se desconoce. Además de la información que se logra obtener, las omisiones y los olvidos tienen una influencia innegable en la reconstrucción del pasado y en la formación de los imaginarios que se crean sobre éste. Existe por lo tanto una retroalimentación entre la producción historiográfica y lo que conoce el común que configura las imágenes e impresiones que se forman del pasado. Algunas de estas apreciaciones se forman a partir de prejuicios o de una interpretación parcial del pasado, las cuales no se condicen necesariamente con la realidad. De esta manera, muchas veces el historiador asume el rol de rebatir estos mitos a la luz de los acontecimientos.

Este proceso atañe también a la Guerra del Pacífico, cuya huella marcó particularmente al Perú porque hizo patentes las carencias y limitaciones en los pocos avances logrados desde su formación como república, lo cual lleva al planteamiento de cuestionamientos esenciales, de las cuales una de las más cruciales es el de las causas que llevaron a la derrota en el conflicto. Esta inquietud, quizás una de las que más ha trascendido en estos años, conlleva a la búsqueda de causas más profundas y estructurales que mermaron la unidad del Perú como nación. A esta falta de integración que repercutió en el esfuerzo de defensa del territorio patrio se suma la incapacidad de las clases dirigentes de reconocer intereses comunes que terminó afectando el desenlace de los acontecimientos.

En este libro, publicado a partir de su tesis de licenciatura, Daniel Parodi se enfoca en el tema de la Alianza Perú-Boliviana en los momentos finales de la guerra, al cual la historiografía nacional le ha dedicado poca atención. Con un título algo enigmático, el autor refiere a estos tres elementos sobre los cuales han recaído ciertos juicios de valor con respecto a su participación en el conflicto. Quizá una de las afirmaciones más reiteradas y que aún prevalecen es el abandono de la guerra por parte de Bolivia, a la cual se le atribuye además la culpa del involucramiento del Perú en la misma. Asimismo, se acusa a Lizardo Montero de la inacción y falta de apoyo a la resistencia cacerista por parte de su gobierno instalado en Arequipa, mientras que se afirma que esta ciudad cayó sin combatir ante una expedición chilena.

Sostiene Parodi que estas apreciaciones se originan, no por falta de información o de fuentes, sino por la poca profundidad y enfoque en el estudio de estos temas. Cuestiona las versiones comúnmente difundidas con respecto a la participación que tuvieron en el conflicto. Su vinculación gira en torno a la alianza con Bolivia sostenida a través de la gestión de Lizardo Montero en Arequipa, la cual pasó a ser la capital provisional de la República. Existe una laguna de conocimiento sobre el tema de la Alianza Perú-Boliviana y sus esfuerzos por lograr condiciones de paz más decorosas en este contexto de la guerra. Así, lo que el autor se propone es contribuir a desmitificar las creencias que se han formado sobre estos actores y que han llevado a que la historiografía tradicional los tenga como “villanos”.

La hipótesis planteada en la obra es la continuidad de la Alianza Perú-Boliviana más allá de la fecha comúnmente asignada, el 26 de mayo de 1880, la Batalla del Alto de la Alianza (última acción de armas en la que participaron las fuerzas bolivianas). Esta unión se mantuvo hasta el final de la guerra a través del gobierno del contraalmirante Montero. El autor se propone explicar el rol desempeñado por estos actores en el desarrollo y posterior fracaso de las gestiones, las cuales incluyeron el envío de armamento y elementos bélicos por parte del país altiplánico con el fin de fortalecer la posición diplomática de los aliados en la mesa de negociación.

Plantea una nueva periodización de la guerra. En esta interpretación, el marco cronológico cubierto por el libro corresponde a una segunda fase, titulada la “etapa de las negociaciones diplomáticas”. Tras la ocupación de Lima y una vez constatada la ventajosa situación militar de Chile, los contendientes replantean sus lineamientos y fijan sus intereses en función del establecimiento de términos para la paz. Sugiere así que la ausencia de los ejércitos boliviano y peruano en los campos de batalla se explicaría en un contexto donde la diplomacia y las negociaciones pasan a tener un rol predominante.

Así, hace un desarrollo de la definición del derrotero y las medidas tomados por los aliados para intentar lograr una paz con condiciones menos perjudiciales, las cuales se fueron configurando de acuerdo con el transcurso de los acontecimientos. La postura planteada por el gobierno Francisco García Calderón, y seguida posteriormente por Montero, tenía como punto central mantener la integridad del suelo patrio evitando en lo posible la cesión territorial. Inicialmente la renuencia de perder Tarapacá, siguiendo con los lineamientos del gobierno de la Magdalena; y posteriormente, ante la imposibilidad de preservarla, buscar las posibilidades para la recuperación de Tacna y Arica. Ésta era la prioridad de su política diplomática, ya que su conservación era fundamental para que Bolivia pudiera tener una salida al mar en el marco de la unión con el Perú. El fracaso de la mediación de los Estados Unidos, que pasó de cierto respaldo inicial a los aliados a presionar para la aceptación de los términos chilenos, favorece el acercamiento entre ambas naciones para la conformación de un plan conjunto de negociación.

Estas consideraciones llaman a una relectura de diversos aspectos en esta etapa de la guerra. Confiere al gobierno encabezado por Montero un carácter oficial en el que se puede reconocer una continuidad del Estado peruano, a diferencia de las apreciaciones que sostienen que el país cayó en el colapso y la fragmentación política después de la caída de Lima ante las fuerzas enemigas. Asimismo, la contemplación de la Alianza lleva a replantear el escenario caracterizado únicamente por la solitaria disyuntiva entre la resistencia en la Sierra Central liderada por Andrés Cáceres y la disidencia de Miguel Iglesias en el Norte.

Ante la postura diplomática de los aliados, el interés de Chile apunta no solo a consolidar los logros obtenidos por las armas, sino también al desmembramiento de la Alianza. Se desprende que su objetivo, más que buscar un acercamiento con los aliados, es poner fin a la guerra y lograr la paz por separado. En este sentido, se entienden los reiterados ofrecimientos de canjear Arica con Bolivia con la intención de que ésta abandonara la alianza, aunque ésta mantuvo su destino ligado al del Perú. De la misma forma, la firma del Tratado de Ancón en octubre de 1883 con la anuencia de la facción iglesista, considerado comúnmente lesivo y entreguista.

En este nuevo esquema, el papel del colaboracionismo iglesista no radica necesariamente en las condiciones acordadas (las cuales resultaron similares o incluso menos severas en comparación a las ofrecidas al gobierno de Montero en ocasiones anteriores), sino más bien en que se convirtió en el interlocutor que le permitió a Chile acordar una rendición para poner fin a la guerra y a su vez hacerlo al margen del gobierno de Arequipa, en detrimento del plan de negociación y los objetivos de la Alianza. Por su parte, la resistencia cacerista está subordinada al fortalecimiento de la estrategia diplomática formulada por el Perú y Bolivia. En este sentido, la resistencia de la Breña adquiere un sentido distinto, más allá de la lucha por la defensa del honor nacional, y la encuadrada en un objetivo plausible: el desestabilizar y dificultar el sostenimiento de la ocupación chilena y presionar a sus autoridades para aceptar términos de paz dispuestos por los aliados, orientados a evitar la pérdida de las provincias del Sur. Aunque no esté del todo claras las reservas o limitaciones en un apoyo más decidido a la lucha del Ejército del Centro, la constatación del envío de refuerzos y armamento por parte de Montero hace que se maticen las aseveraciones que lo niegan.

En orden para despejar las carencias en torno a esta temática, el tratamiento metodológico se centró en la identificación en la historiografía de juicios parciales y lagunas de conocimiento, para confrontarlos con la información disponible en fuentes primarias, tanto institucionales como testimonios voluntarios a través de un análisis hermenéutico. Esto permite cotejar los discursos elaborados tradicionalmente por la producción historiográfica, distinguiendo sus principales aseveraciones, así como sus aspectos poco profundizados u omitidos sobre un tema que no ha recibido la atención necesaria para entender de forma más cabal este convulsionado periodo.

El rol del gobierno de Arequipa en el marco de la Alianza Perú-Boliviana no ha tenido el suficiente peso en los estudios concernientes a la última etapa de la Guerra del Pacífico. Episodios ignorados o poco ahondados han contribuido a la formación de diferentes mitos acerca de la guerra que aún prevalecen en la percepción y el imaginario colectivo acerca de ésta. Ante esta situación, la obra de Parodi constituye un importante aporte que esclarece y pone en discusión estas imágenes, ofreciendo una mirada distinta de estos hechos. Propone a su vez líneas de investigación para esclarecer más este periodo de la historia republicana. El despejar estas lagunas de conocimiento se vuelve una tarea imperativa para lograr una mejor comprensión de los procesos de nuestro devenir histórico.

Pueden acceder a una vista previa del libro AQUÍ.

3 comentarios:

  1. En el programa Sucedió en el Perú dedicado a la Guerra del Pacífico, Parodi comenta algunas de las ideas principales con respecto a la Alianza Perú-Boliviana:
    - http://www.youtube.com/watch?v=6UvlWGs-_Vc
    - http://www.youtube.com/watch?v=GUC_XhIwDkk

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  2. Este libro me parece un aporte excelente a la historia de la guerra del pacífico, ya que esclarece un poco los roles que jugaron el Contraalmirante montero y Bolivia, mi patria, en este conflicto, que representa el momento más oscuro y doloroso en la
    historia de los dos países andinos.
    Se que en el imaginario peruano Bolivia es considerado un país traidor y cobarde, algo que me parece demasiado injusto, considerando que Bolivia siempre honró la alianza con el Perú, aún a costa de la vida de miles de soldados que murieron defendiendo territorios peruanos, además, tomando en cuenta de que nunca a lo largo la guerra ( e incluso antes de la misma, durante el triste gobierno de presidente Melgarejo) Bolivia nunca aceptó la propuesta chilena de conformar una alianza contra el Perú, ni de quedarse con sus territorios.
    Si Iglesias no hubiera cometido la imprudencia de aceptar las negociaciones con Chile de forma independiente, ambos países, posiblemente, hubiéramos podido un mejor resultado, y quién sabe, abríamos podido conformar la tan anhelada confederación entre ambos países, propuesta boliviana que nuevamente fue planteada por Bolivia al Perú durante la Guerra del Pacífico.

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    1. Gracias por tu comentario. Efectivamente, a pesar de ser muy abordado, la Guerra del Pacífico no es un tema agotado, ya que hay muchos aspectos poco desarrollados o investigados que requieren mayor profundización.

      Asímismo, las relecturas o interpretaciones de estos procesos es una tendencia que no estaría mal que se continúe, despojándonos de esa idea tradicional y trillada de la Historia como juez del pasado que dirime la verdad. Pero lo que sí es cierto, es que muchas percepciones en el común están arraigadas en base a imprecisiones o falacias con poco sustento histórico.

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